sábado, enero 06, 2007

Las varias muertes de Pinochet

Ya casi nadie habla de Pinochet, ya casi nadie recuerda la división que produjo su muerte, fue como volver unos treinta años. Hoy estan más preocupdos de que la familia se salve y que todos sus complicés sigan impunes.
Hoy me llegó un correo electrónico de una amiga, preocupada por que en el sitio de CNN en inglés existe una encuesta para saber como se iba a recordar a Pinochet. Existen tres opciones, la primera es que se recorará como un salvador, la segunda si fue un déspota y la tercera es que nadie lo recordará. Así que si les interesa pueden votar.

http://www.cnn.com/2006/WORLD/americas/12/12/pinochet.reut/index.html

Por otra parte, en uno de esos tantos viajes por el ciberespacio que hago de vez en cuando, sobre todo cuando no encuentro mucho que hacer. Me encontré en www.gatoencerrrado.net con un artículo sobre Pinochet, que escribió el mexicano Eduardo Bueno León Catedrático de la Universidad Iberoamericana del DF, sede Santa fé. El artículo se llama "Las varias muertes de Augusto Pinochet", y que escribió antes de la muerte física del dictador. A continuación les dejó el artículo, ojalá les produzca una mínima reflexión. Las imagenes son de mi repsonsabilidad.

PRIMERA SONATA

El General que marcó con sangre la historia de Chile y América Latina, comenzó a morir una mañana en Londres hace ocho años, cuando fue notificado por el Gobierno Británico que estaba detenido y solicitada su extradición a España para ser juzgado por genocidio. Hasta ese momento fatal, Pinochet era una estrella de la derecha internacional tacheriana, un anciano pletórico y lleno de vida, senador vitalicio y beneficiario del apoyo y admiración de la mitad de los chilenos, convencidos que su general era casi un héroe mítico, de esos que podían ser extraídos de la literatura chilena desde Ercilla hasta Neruda. Y Pinochet se consideraba asimismo como el redentor de Chile, el reconstructor de su Democracia y el fundador de un nuevo Estado con una economía liberalizada y moderna.

El anciano general disfrutaba de los placeres que dan la impunidad y la claudicación de una clase política opositora a la dictadura, que en 1988 al ganar el referéndum, temió gobernar sin poder alguno y aceptó todas las condiciones del astuto general. No importó que casi el 56% de los chilenos expresaran su repudio al dictador. Su voz cuartelera áspera y chillona resuena desde entonces, cuando reacio a aceptar los resultados del referéndum, enfundado en su uniforme militar y bajo presión de la Fuerza Aérea de Chile, consintió el triunfo de la oposición, pero advirtió “ Señores políticos, aquí no se toca nada, y si se toca, se acabó el Estado de Derecho”

Tras esa advertencia, la asustadiza clase política que había ganado el referéndum, se echó para atrás y negoció. Y el general triunfó. Efectivamente nada o muy poco se tocó en Chile mientras el general no se retiró y debieron pasar todavía otros diez años antes que cediera el Comando del Ejército a uno de sus discípulos.

A la claudicación democrática se le llamó eufemísticamente “Transición” y un batiburrillo de politólogos y sociólogos inventaron los más sofisticados discursos para justificar lo injustificable. La impunidad se entronizó en Chile, y al viejo amenazante, anticomunista y genocida, los líderes de la concertación terminaron queriéndolo como un abuelo bonachón, descubrieron que podían jugar con él al gato y al ratón, a festejarle sus exabruptos burlones contra los Derechos Humanos, mientras le daban la espalda a los reclamos de miles de familias que exigían justicia y la memoria de Salvador Allende era pisoteada, olvidada, ocultada con vergüenza.

Hubo excepciones indudablemente, como la corriente crítica del socialismo chileno, los intelectuales de la universidad ARCIS, los viejos luchadores del exilio en Suecia, España y México, el centenario PC intransigente en su denuncia de los crímenes de la dictadura con Gladys Marín a la cabeza, pero… ¿Que se podía hacer si hasta la familia socialista de Allende decidió acomodarse y guardar silencio?


SEGUNDO MOVIMIENTO

Pinochet pudo morir una tarde de septiembre 1986, cuando un comando armado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez intentó con granadas y fusiles en un paraje andino, lo que el cantautor cubano Silvio Rodríguez llama en unos versos de su canción: “Ojala pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve”, pero la suerte lo acompañó y sobrevivió. Sus esbirros entonces iniciaron una cacería de opositores, asesinando a periodistas como José Carrasco y quemando vivos a estudiantes secundarios.

Pudo morir políticamente muchas veces, fue notorio su enfrentamiento con la los generales de la Fuerza Aérea cuando creó una estructura de poder personal, su aislamiento internacional gráficamente retratado cuando fue invitado a visitar Filipinas por el dictador Marcos y en pleno vuelo en mitad del océano la visita fue cancelada, y tuvo que regresarse a Chile en medio del escarnio mundial. O cuando las movilizaciones sociales en Chile a comienzos de los años ochenta crearon una grave crisis de gobernabilidad.

Pinochet fue una persona sumamente astuta, con una extraordinaria capacidad para simular y engañar. Lo hizo con Allende, con Eduardo Frei, con los generales Schneider y Prats que creyeron en su lealtad, con los embajadores norteamericanos, con los presidentes de Bolivia y Argentina durante la crisis por las islas Beagle y el famoso abrazo con Banzer en la frontera, engañó a Velasco Alvarado en el ciento cincuenta aniversario de la batalla de Ayacucho. Y llegó a engañar a los chilenos que lo creyeron un hombre honesto hasta que hace un año se descubrieron sus cuentas secretas.

Derrocando a Allende y desatando la salvaje represión que siguió al golpe, no sólo interrumpió el difícil pero ejemplar proceso democrático chileno, sino que canceló el único proyecto de construcción de un socialismo con libertades democráticas, que se implementó en América Latina. En otro escenario, cinco años antes, los tanques soviéticos habían aplastado otra experiencia de socialismo con libertad, como fue la llamada primavera de Praga, en la ex república checoslovaca.

Los estrategas de la Guerra fría que promovieron y apoyaron al golpe pinochetista, asumieron que en el ajedrez mundial, el violento golpe contra Allende era la pieza de intercambio por lo sucedido en Praga. Personalmente Richard Nixon y Henry Kissinger, ordenaron a su embajador en Chile, iniciar la desestabilización de Allende, aunque el trabajo sucio lo hizo la CIA.

Una consecuencia inmediata del golpe fue la polémica que se desató en los partidos comunistas europeos acerca de la viabilidad del socialismo en las sociedades capitalistas avanzadas. Ya el eurocomunismo estaba planteado a nivel ideológico, pero el golpe en Chile, aceleró la social democratización de los viejos marxistas leninistas. El anticomunismo y la guerra fría eran factores más decisivos que el respeto a los resultados electorales de una elección. Conscientes de ello, Enrico Belinger y Aldo Moro en Italia comenzaron a trabajar por el “compromiso histórico” que permitiera un co gobierno entre el Partido Comunista y la Democracia Cristiana en Italia. El secuestro y asesinato de Moro frustró ese acuerdo y se mantuvo la partidocracia cleptocrática en la península.

Por ello no les falta razón a los apologistas de Pinochet, cuando afirman que el viejo General cambió el rumbo de la izquierda en el mundo. Así es efectivamente, pero no por las razones que arguyen sus apologistas, porque Pinochet no sólo se convirtió en el enemigo de la izquierda mundial, se transformó en el enemigo de todas las fuerzas democráticas, liberales, progresistas y seguidoras de aquello que Kart Popper llamó “la sociedad abierta”. En el rechazo a su régimen confluyeron Olaf Palme, Willy Brand, Nikita Kruschef, Fidel Castro, Giscard, Felipe Gonzáles, Adolfo Suárez, Jimmy Carter, Ted Kennedy…


TERCERA CANTATA

Pinochet para evitar una dictadura comunista, instauró una dictadura anticomunista, para evitar una guerra civil de clases sociales, lanzó una guerra del Estado contra disidentes, para evitar que las ideas de justicia social e igualdad con discurso socialista volvieran a calar en la sociedad chilena, instauró una violenta lucha ideológica basado en el más rancio y excluyente darwinismo social, para enterrar el internacionalismo de los allendistas resucitó el patriotismo pueblerino y xenófobo de la oligarquía chilena.
En buena medida su régimen fue peor que cualquier dictadura comunista de los años setenta, pues no sólo suprimió las libertades democráticas, sino que intentó legitimar la tortura, el secuestro, los fusilamientos extrajudiciales, los desaparecidos sin reparar que con ello llenaba de sospecha a la sociedad chilena, que durante todo el siglo XX, pese a los conflictos sociales, demostró tolerancia y cultura cívica.
Con su régimen, los discípulos de Milton Friedman de la escuela monetarista neo liberal, pudieron usar a Chile como país piloto, luego del fracaso en Argentina con Alberto Martínez la Hoz, otro economista aliado de la dictadura de Videla con cuya gestión comenzó la des industrialización del país de Borges y Gardel.
El régimen militar chileno aplicó el neoliberalismo más despiadado a sangre y fuego, destruyendo derechos laborales, y sindicales, desmantelando el sistema de protección social, orgullo de la clase política y trabajadores chilenos y dividió a su país en ganadores y perdedores, donde era mejor emigrar antes que convivir con un régimen asfixiante de ideas medievales. No en balde usar el estadio nacional para torturar a los detenidos, para asesinar a cantantes como Víctor Jara, fue todo un símbolo de represión social y cultural. Matar la cultura, garantizaba un país traumatizado y sujeto al miedo, donde pensar y crear libremente estaba prohibido. Esos fueron los primeros años del pinochetismo, puro fascismo cono sureño que los apologistas cínicamente pretenden poner de lado.
¿De donde surgió ese odio demencial anticomunista? Si Chile fue el primer país en legalizar a la izquierda mientras en otros países de la región eran perseguidos, ¿De donde nació ese fanatismo genocida que buscó exterminarlos? Los comunistas chilenos eran parlamentaristas, habían demostrado su capacidad política y profesional en el Frente Popular y fueron el aliado más leal y conservador que tuvo Allende en su gobierno. En mi concepto, fueron el chivo expiatorio, el pretexto que calzaba con loa ideología de Pinochet aprendida en la Escuela de las Américas de Panamá, la academia de dictadores que los Estados Unidos usó para difundir sus teorías sobre la guerra fría entre la oficialidad militar latinoamericana. Y Pinochet usó a las Fuerzas Armadas de su país como su partido político, adoctrinándola y usándola como base de su fuerza y poder
Pinochet se consideraba asimismo el defensor de la “civilización occidental y cristiana”, una especie de Mio Cid, un Franco redivivo que convenció a los chilenos que sin él, vendría el caos, la revancha, el diluvio. Su siniestro proyecto ideológico fue denunciado tardíamente por el fundador de la Democracia Cristiana Chilena, Eduardo Frei quien en sus últimos días, se lamentaba no haber comprendido a Allende, arrepintiéndose del apoyo que brindó al golpe del 11 de septiembre.

ULTIMO MOVIMIENTO

Después de su detención en Londres la estrella pinochetista ingresó en un franco declive. La modernidad que representa el gobierno de la concertación, no podía detenerse en las desventuras del general, los ideólogos sabían que estaba herido de muerte. El personaje comenzó a causar incomodidad, fastidio, antipatía. Perdió el fuero como senador y recluido en su domicilio, protegido por los militares y los empresarios que se beneficiaron con las privatizaciones y el modelo monetarista, tuvo que enfrentar denuncias y juicios, ordenes de comparecencia y detención domiciliaria. Un único juez se negó al pacto de silencio, enfrentándolo y decidió hacer justicia a los familiares de los asesinados y desaparecidos. Los demás callaron.
Millones de chilenos han crecido con el pinochetismo, y han asumido el discurso del orden que la dictadura a través del sistema educativo y mediático inoculó en las nuevas generaciones. Antes de Pinochet todo era caos, con el General Chile pudo emerger como potencia económica y una democracia consolidada. Se ha intentado borrar de la memoria, que antes hubo un país democrático y profundamente social, que el Estado era inclusivo y las fuerzas de izquierda actuaban bajo el imperio de la ley.
La derecha del continente pretende poner de ejemplo a Pinochet como fundador del orden neo liberal, base del progreso. Con ello vende la ideología que los sistemas democráticos, si no aplican políticas neoliberales, no tienen futuro, y que es mejor períodos de autoritarismo y “reformas estructurales” antes que respetar los pactos sociales, el estado de derecho y la responsabilidad social de los gobernantes. Usan para ello el fantasma del “populismo”.
Y si bien es cierto Chile exhibe un crecimiento sostenido, es uno de los países de más desigualdad social del hemisferio, con una clase media endeudada y con ideas polarizantes. Es un país donde la derecha justifica la pobreza, las ambiciones de dominio geopolítico en Sudamérica y donde la división entre clases sociales es aún más notorio que en la época de Allende.
Salvo los socialistas modernizados, que siguen usando el discurso, pero sin mucho contenido, Latinoamérica no es un concepto que guste a los chilenos. En ese sentido Pinochet dejó bien sembrada la idea de un país singular muy diferente a sus vecinos, desde el punto de vista étnico, social, cultural y económico. En buena medida no depender de las exportaciones a Estados Unidos, como el resto de los países de la región, confirma en parte esa singularidad.
Deja Pinochet un país dividido, que no se reconcilia y reencuentra asimismo, tal vez nunca lo haga y sobrelleve sus heridas confiando en el tiempo que todo lo cauteriza. Nunca pidió perdón, hasta hace una semana volvió a reafirmarse en lo que hizo, con ello le negó a su país un último momento de reflexión y la necesidad de extender la mano entre víctimas y victimarios.
Pero si alguna lección final nos deja el dictador, es que la impunidad es una decisión política. No una consecuencia del derecho o de una sentencia. Y nos advierte, que una dictadura puede con el tiempo legitimarse y refundar el orden estatal de forma casi irreversible. Y más aún nos enseña que la prosperidad puede seguir una ruta diferente a la democracia, si los políticos lo permiten, si la izquierda se doblega y cancela sus valores.

México DF a 12 de noviembre del 2006