lunes, diciembre 11, 2006

Murió el Dictador


Hace días que venía dándole vueltas al tema de la posible muerte del dictador y últimamente un ladrón más dentro de los grandes tiranos de la historia latinoamericana.

Yo pensaba que el día que esto pasará sentiría mucha más alegría, mucha más satisfacción… esto no quiere decir que no sienta alegría y satisfacción, pero no es euforia la que me embarga, sino que una gran pena, un gran dolor, por tantas injusticias, tantos crímenes aún impunes y que toda la clase política ha tratado de mantener en silencio…

Mi relación con el dictador comienza el mismo día del golpe de estado que acabó con la Unidad Popular, el 11 de septiembre de 1973, yo me aprestaba a cumplir un año de vida… no fue la mejor manera de comenzar las celebraciones.

Mi padre fue detenido a las 6 de la mañana en su lugar de trabajo, en la fábrica…Textil Viña… su gran delito: estar trabajando, aunque los marinos que allanaron la fábrica buscaban armas (siempre buscando excusas para abusar de los trabajadores)… estaba terminando el turno, cuando llegaron los marinos mostrando toda esa prepotencia de quien se creo dueño del poder, que más tarde sería su sello más notorio. De ahí al Estadio Playa Ancha en Valparaíso, luego a la Escuela de Infantería Marina en Viña del Mar y por ultimo al puerto de Valparaíso a embarcarse en el buque “Lebú”, que un solidario empresario naviero facilitó para que los honorables miembros de las fuerzas armadas torturaran a los detestables marxistas. Fueron 10 días de los cuales mi padre nunca ha hablado, quizás lo conversó con mi madre… todo lo que yo sé lo he escuchado de boca de ella… “echaban a andar los motores del barco y por altoparlantes les decían que los iban a tirar a todos al mar”… Cuando mi padre volvió, era otro, flaco, desgarbado, se escondía bajo la cama cuando sentía que los militares andaban por sobre el techo de la casa.

Ese es mi primer recuerdo de Pinochet y su séquito de lame botas. Luego se me pierde un poco todo, yo creo que me dediqué a vivir como niño, a jugar, a soñar, a pesar de que en todo el país apresaban, torturaban y mataban gente como si fuera el deporte nacional. Si bien tengo vagos recuerdos del plebiscito del 80 y toda esa vaina de la constitución mal avenida.

Pinochet vuelva a aparecer en mi vida nuevamente de mano de mi padre, corren los convulsionados años ochentas, El país se sume en una crisis social producto de los ajustes económicos del nuevo modelo que había instalado la dictadura militar. Muchas empresas e industrias quiebran, cerrando sus puertas y dejando a miles de trabajadores y trabajadoras cesantes. Y todo revienta en las protestas masivas, los caceroleos nocturnos, los primeros actos públicos en el lugar donde había sido enterrado secretamente el presidente Allende.

Si bien no viví plenamente esta época, no participe en ninguna protesta, pero tengo un claro recuerdo de los cortes de luz, de las bombas de ruidos en las sucursales del Banco del Estado (hoy BancoEstado) y las sedes de CEMA Chile que quedaba a una cuadra de mi casa y que hoy es una sala cuna impulsada por el gobierno y la municipalidad. Pero lo que más recuerdo son los cacerolazos en días de cortes de luz, era impresionante oír en esa inmensa oscuridad, los golpes que muchas personas le daban a sus ollas para protestar contra la dictadura, por su política económica y por los miles de atropellos a los derechos humanos que se cometieron.

Con 15 años me tocó vivir toda la convulsión de los meses previos al plebiscito en donde se decidía la continuidad de la dictadura o se acababa, para al año siguiente llamar a elecciones libres para presidente. Recién se formaba un partido que llamaban instrumental, Partido Por la Democracia (PPD), hoy metido en tantos problemas por actos de corrupción, pero en esa época nada de eso se sospechaba. La idea era sacar al dictador y todos sus lame botas. Ayudamos a tirar panfletos, a preparar los rayados, a preparar actos, pero principalmente íbamos a escuchar, a aprender, a conocer lo que había sucedido en Chile, por ahí daban vueltas muchas personas que habían estado en el exilio.

Y el NO ganó, fue un lindo regalo de cumpleaños. Ese día fue una fiesta, una fiesta nacional, pero entre el 5 de octubre de 1988 y el 11 de marzo de 1990, este dictador se preocupó de dejar muchas amarras a los futuros gobiernos democráticos, pero eso da tema para otra historia.

Las paradojas del mundo, el dictador, uno de los ladrones mas descarados, uno de los mayores violadores de derechos humanos, muere el día que el mundo entero celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Ayer, con un grupo de amigos celebrábamos en Valparaíso con un lindo acto cultural en el Parque Italia, donde participo mucha gente, sin ninguna clase de incidentes, donde la gente celebraba la vida.
Hoy no celebraré la muerte del Dictador, no hay nada que celebrar, se lleva muchas verdades que se negó reconocer, porque es necesario todavía saber donde están los detenidos-desaparecidos. No hay mucho que celebrar si el dictador se fue impune.

“Gracias a Dios se abrieron las puertas del infierno”.